Hace muchos años que la neurología asaltó la política para quedarse.
Como especialidad de la Medicina que se aplica al diagnóstico y tratamiento de las enfermedades del cerebro, la médula espinal, los nervios periféricos y los músculos, a los fines de buscar control o cura a una retahíla de enfermedades que afectan a los seres humanos, sin dejar de mencionar los trastornos emocionales que afectan a millones de personas en el mundo, a celebridades importantes del deporte, el arte y la propia actividad política.
La entrada de los neurólogos en la política y en otras actividades de la vida humana como especialidad que detecta o previene desórdenes emocionales en las conductas de celebridades, nos ha permitido tener acceso a una abundante literatura neuropolítica, neuroeconómica y hasta de nerumarketing, que nos pone en condiciones de auscultar la ciertas actitudes de los grandes líderes, cada cual en su radio de acción.
Una gran cantidad de gente en el planeta vive sin darse cuenta de la gran influencia que ejerce la inteligencia emocional y el autocontrol en las vidas nuestras, al extremo de que esta falta de capacidad nos puede alejar de la verdad y suprimirnos la libertad.
Hace cinco años tuve una conversación de casi dos horas con Antonio Peter de la Rosa (Omega), a raíz del escándalo que se produjo alrededor de su figura porque su pareja alegó que le había maltratado, acusación que lo llevó a la cárcel. Nacido en la provincia Monseñor Nouel, Omega es uno de esos jóvenes que viene con el talento para la música, a pesar de no tener una formación de académico musical, ni en otro ámbito.
Omega, más que ser un muchacho torcido, ha tratado de darle valor al don con el que fue dotado para la música. Eso le permitió convertirse en el líder de los jóvenes de República Dominicana y su música escuchada y reclamada por otros ciudadanos del mundo.
Por boca de Omega me enteré de sus éxitos, cómo se las arregla para estructurar composiciones musicales que conectan con los jóvenes, sin que en sus estrofas se incite a la violencia, al bandolerismo o otras conductas negativas.
Con él me enteré sobre su origen, formación hogareña y de las secuelas sicológicas que dejaron los maltratos que le provocaron en su niñez.
Me explicó quién abusaba propinándole golpizas que dejaban huellas indelebles en su famélico cuerpo cuando apenas jugaba en las polvorientas calles de un barrio marginal de la Capital dominicana.
Nuestra conversación se extendió, más para escucharle que para cumplir con mi intención de aconsejarle.
Abrí mis sentidos para entender cómo un joven pobre, de una intuición musical innata había llegado al estrellato de su carrera; sin embargo, muy a menudo, confrontaba dificultades con la justicia por las inconducta que se le atribuían.
Pasaron cuatro años después de aquel encuentro entre Omega, su entonces manager y quien suscribe, y no volví a leer sobre ruidos mediáticos en torno a su figura hasta los incidentes en los Premios Casandra con un equipo de Univisión y una espectadora que alegó que el artista le destrozó el celular, hasta el más reciente caso en el que una mujer lo acusó de violencia de género, hecho por el cual está preso en una cárcel común de San Pedro de Macorís, cumpliendo medidas cautelares dictadas por un juez.
Independientemente de que algunos estudios y estudiosos sostienen que nuestra mente está más preparada para pelear y tratar de ganar discutiendo que para buscar la verdad en los argumentos de aquella persona con la que discutimos, hay que reconocer el protagonismo que tienen las emociones en la vida diaria, no importa que sea la de un muchacho que se hizo famoso por su propio esfuerzo, como Omega.
¿Es realmente Omega El Fuerte, como se hace llamar? Mi modesta opinión es que el artista urbano enfrenta un problema con su inteligencia emocional, que no le permite afrontar los conflictos con el sosiego y la actitud analítica con la que hay que estudiar y resolver los problemas que se nos presentan en el día a día.
El estudioso de la conducta humana norteamericano Daniel Goleman y otros investigadores sostienen el rol que juegan las amígdalas en este tema de control de las emociones.
Las amígdalas son órganos (núcleos neuronales) en forma de almendra situados en el centro del cerebro, que se activan desde que un ser humano está ante una situación de peligro o de alegría. Se cree que esta está asociada a la ansiedad y a la emoción. En su libro ¨La Inteligencia Emocional en la Empresa", Goleman relata cómo la falta de control emocional llevó al ex campeón mundial, Mike Tyson, no solo a perder una campeonato mundial cuando, asaltado por la ira, arrancó un pedazo de oreja a Evander Holyfield, sino que Tyson fue condenado a pagar una multa altísima en dólares.
El doctor Goleman hace referencia al pasado violento de Tyson en las cárceles, cuando se agarraba a los puños con otros reclusos, conducta que llevó desde la calle.
Cuando Tyson no pudo descifrarle el tren de pelea a su oponente en aquella cartelera de boxeo, se activó la amígdala, órgano determinante en la articulación de los recuerdos de miedo y alegría, lo que le llenó de pánico al recordar aquellos cruentos pleitos en las calles o en la cárcel y pensar que iba a perder la corona.
El autocontrol emocional no solo es válido para Tyson o cualquier otra figura pública, incluyendo a los políticos, sino para Omega que su falta de inteligencia emocional está derrotando su carrera artística, penosamente.
¿Es Omega verdaderamente fuerte?
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