Aquí los cantantes de diferentes géneros quieren jugar a ser productores, autores, managers, relacionadores públicos, y cuando fracasan por su desconocimiento e ineficacia tratan de echarle la culpa a otros. No delegan, no permiten que nadie les oriente y aconseje; actúan con un ego exacerbado, y a veces con una arrogancia insoportable creyendo que lo que ya lograron es para siempre.
Lo que acontece es insólito, y sólo en un país de improvisaciones como el nuestro se juega con algo tan delicado como es el mercadeo del arte, un producto tan vaporoso, con una clientela tan veleidosa y caprichosa. En el arte de la canción nunca se sabe lo que va a pasar, aunque hay gente privilegiada que intuye y olfatea los éxitos, y por ello tienen un historial de realizaciones.
El hecho de que los cantantes quieren ser los productores de su música forma parte del problema que hoy día se confronta. En otros tiempos, entendidos como Bienvenido Rodríguez, Cholo Brenes, Gerardo Díaz (El Toro), Ramón Orlando, Dioni Fernández, era la gente que producía y lograba los éxitos.
De los pocos artistas que han podido asumir la dualidad de intérpretes y productores eran Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y Cuco Valoy, Romeo, el ya mencionado Ramón Orlando y Juan Luis Guerra. Y aún así abrevaban de la experiencia y el talento de otros.
Pero hoy día, hay muchos "niños engreídos" jugando a producir música, y se chocan con la realidad de que lo que están creando son pequeños muñecos de Frankenstein desechables, pero con la suficiente fealdad para aterrorizarnos.
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